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LAS CALLES DE CÁDIZ. UN PASEO POR LA HISTORIA.



(Foto extraída de Wikipedia)


En los últimos tiempos parece que eso del cambio en los nombres de la calle de Cádiz es debido a que una horda de rojos ha tomado la sociedad bien pensante y ha decidido poner patas arriba la ciudad completa. Es más, puede que incluso hayan cambiado el sentido de nuestro devenir, pero nada más lejos de la realidad. Los nomenclatura del callejero es algo que se ha ido transformando a lo largo de los tiempos en virtud de quien gobierna nuestras ciudades y su ideología.

Es decir, en Cádiz nunca ha molestado que haya una calle que lleve el nombre de Beato Diego de Cádiz[1], inquisidor y religioso radical. No molesta porque, en el fondo, no sabemos quién es. Como no entendemos por qué se cambia el nombre al estadio Carranza, porque para la ciudadanía el nombre ya no significa nada.


(Foto de la librería La Ratonera)


Pero, lo cierto es que el nombre de las calles se ha utilizado para contar la historia de nuestras ciudades, para rendir homenaje a aquellos (a veces aquellas) que, pensamos, pueden exaltar nuestra historia (la de nuestra ideología).

Cádiz es muy peculiar en ese sentido porque, a pesar de cambiar legalmente los nombre de sus calles (a veces sumando placas a más placas a más placas…), mantenemos el que nos da la gana. Por ejemplo: ¿quién no se ha bajado en la plaza de toros, que no en la plaza Amílcar Barca?; ¿quién ha deambulado por la calle periodista Emilio López que no por Corneta Soto Guerrero[2]?

Pero volvamos al nomenclátor que firma «Un individuo de la Academia Española de arqueología». Yolanda Vallejo afirma que:


«La breve, pero intensa alcaldía de Adolfo de Castro está marcada por una honda preocupación social. La Memaria delos actos del Excmo. Ayuntamiento Constitucional de Cádiz en el año de 1855, es una buena prueba de estapreocupación por las mejoras locales. Durante este año se llevaron a cabo en la ciudad: la reforma del nomenclátor, laconstrucción de monumentos conmemorativos de hechos ocurridos en Cádiz; así, se colocaron el día 2 de mayo, sendas lápidas en la casa de don Agustín de Argüelles y en la fachada del colegio San Felipe Neri, en recuerdo de los diputados doceañistas


No duraría demasiado ese cambio de nombre porque tan solo 11 meses después se volvió a modificar el nomenclátor. Volvemos a citar a Yolanda Vallejo cuando dice:


«En 1873, se lleva a cabo en Cádiz otra reforma del nomenclátor, esta vez de inspiración republicana. No afectaba a toda la ciudad, sólo a aquellas calles cuyos nombres tuviesen reminiscencias religiosas —precisamente, las que Adolfo de Castro no modificó—, sustituyéndolos por hechos o personajes de probada fama internacional. Así, el 6 de abril de 1873, se aprobaron los nombres de Voltaire (para la calle que primero fue Tres Hornos y luego Encarnación), Juárez (para Jesús, José y María), Garibaldi (Merced), Lincoln (Sacramento), Verdi (San Dimas),Torrijos (para la calle San Ginés, a la que Adolfo de Castro llamó O'Reilly), Los Girondinos (San José), La Igualdad (San Leandro). Sin embargo, esta propuesta revolucionaria duró aún menos que la de Adolfo de Castro. En agosto —cuatro meses después de su aprobación— fueron retirados todos los rótulos, para restituir, una vez más, los nombresprimitivos de las calles.»


Rescatamos esta obra del que en su momento fuese alcalde de Cádiz por amor a nuestra ciudad, por demostrar que hay vida más allá de Fermín Salvochea (quien merece todo nuestro respeto) y porque, nuestra historia merece ser contada.


Si queréis conocer un poco más la historia de Cádiz, leed este libro y, luego, salid a pasear.




Podéis llevaros ahora el libro con un descuento increíble (el PVP no ha sido elevad a público por eso podemos hacer el descuento), y también os llevaréis cuatro posavasos de los que os mostramos la imagen.


(Foto extraída de Pixabay, autor/a manusama)

Pero ¿por qué posavasos? Porque creemos firmemente que la literatura y un buen vino o una cerveza casi siempre van de la mano.


Queremos agradecer a Yolanda Vallejo el prólogo que ha cedido para esta edición. Vallejo es una experta en historia de Cádiz, literatura gaditana y bibliografía sobre la ciudad.

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[1] Fray Diego permaneció en Zaragoza desde el 11 de noviembre hasta el 31 de diciembre, dirigiendo a los eclesiásticos varios sermones destinados a desacreditar a la Económica, y denunciando a la Inquisición algunas de las enseñanzas de Normante, que consideraba heréticas (concretamente la licitud de la usura, la utilidad del lujo, la necesidad de no hacer profesión religiosa hasta los veinticuatro años y el perjuicio que causaba al Estado el celibato eclesiástico). Fr. Diego acusa más genéricamente a Normante ante la Inquisición de "sostener que la superstición y los abusos de la Iglesia debían desterrarse para hacer feliz a España y que la Iglesia tenía usos opuestos a la felicidad de los Estados, a la vez que estas enseñanzas «preparaban a España a adoptar las producciones de autores extranjeros, sobre todo por los franceses". Proposiciones que, en realidad, ni siquiera figuraban en sus obras, como declaró en 1788 una Junta especial nombrada por el Consejo de Castilla.

[2] Rafael Soto Guerrero era un joven soldado de 18 años que a principios del mes de julio de 1936 se encontraba realizando el servicio militar obligatorio en la 2ª compañía del 2º batallón del Regimiento de Infantería de Cádiz nº 33. Fue el primer muerto de la Guerra Civil en Cádiz.. En la tarde del 17 de julio de 1936, iniciada la sublevación militar en Melilla, el gobernador civil de Cádiz, Mariano Zapico Menéndez-Valdés, ordenó la detención preventiva del general José Enrique Varela Iglesias. El general ingresó en el castillo de Santa Catalina, pero, dad su rango militar, y conforme a reglamento, se le asignó un asistente, ese fue Soto Guerrero, escogido por puro azar. Cuando la sublevación militar se extendió a la Península. El gobernador militar de Cádiz, el general José López-Pinto Berizo, se unió a la misma y dio orden inmediata de liberar al general Varela, quien continuó asistido por el joven corneta. Fuerzas del Regimiento de Infantería nº 33 y del de Artillería de Costa nº 1 iniciaron pasadas las cuatro de la tarde el asedio de la Casa de la Aduana, sede del Gobierno Civil y de la Diputación Provincial, en donde Zapico junto a fuerzas de la Guardia de Asalto y varios centenares de miembros del Frente Popular se habían hecho fuertes. Cuando el general Varela se encontraba en las proximidades del gobierno civil, una bala alcanzó al corneta Soto, que murió desangrado, según costa en el registro de civil del distrito de San Antonio. Las tropas franquistas atribuyeron el disparo mortal a la joven comunista Milagros Rendón, que fue fusilada un mes después en los fosos de la Puerta de Tierra.





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