1 La importancia de una corrección
Los/as autores/as suelen resistirse al proceso de corrección. Les da pánico que su texto pase por otras manos y se escudan en que no quieren que les cambien el estilo porque su estilo es perfecto y eso lo sabe todo el mundo —sobre todo sus familiares y amigos—, del mismo modo en que todo el mundo sabe que el agua es insípida e incolora (sí, empiezo con metáforas facilonas y unos cuantos hachazos, querida florecilla escritoril).
Es curioso que cualquier persona entienda la necesidad de presentar un producto profesional y acabado, y no tenga problema en contratar a un maquetador y un portadista si no tiene los conocimientos necesarios para hacer estos trabajos por sí misma. Y sí, mira qué libro más bonito, qué edición más fantástica. Luego lo abrimos, empezamos a leer y abandonamos en la tercera página. Porque el envoltorio es precioso, pero el contenido… El contenido deja muchísimo que desear.
A lo largo de mi carrera como correctora profesional me he encontrado historias con un potencial fantástico que son intragables debido al estilo poco cuidado o a las faltas de ortografía. Y también con historias sencillas, sin grandes pretensiones, a las que me he quedado enganchada porque, sencillamente, están bien escritas.
Puedes venderme un coche viejo al que le has dado un buen lavado de cara: repintado, sin abolladuras, con la tapicería impecable y más limpio que la cubertería de la Casa Real en día de convite, pero si no has revisado lo que no aparece a simple vista, el coche dejará de funcionar al segundo día. Antes de la venta solemos comprobar el motor, los neumáticos, pastillas de frenos, etc., para asegurarnos de que no dará problemas en un futuro cercano.
¿Por qué no haces lo mismo con tu libro? ¿Por qué te arriesgas a ponerlo bonito por fuera y no cuidas tu texto? ¿Por qué no lo tratas con igual mimo? Al fin y al cabo, lo más importante es tu historia, esa que te ha llevado meses, o incluso años, terminar.
Te presentas al mundo con la carrocería impecable y pinchas en la primera curva, y todo porque no has hecho tu trabajo: ofrecer la mejor versión de tu historia.
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